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Hace unos días, una paciente, al terminar la sesión me decía:

“Es increíble que todavía haya personas que piensen que los psicólogos no son necesarios y que no sirven para nada. Y lo curioso es que, en muchas ocasiones, quien suele decir esto es quién más los necesita”.

¿Por qué nos cuesta tanto acudir a un psicoterapeuta?

Todos los días me encuentro con amigos, familiares, conocidos que a lo largo de la jornada acudirán a algún profesional. Si les duele una muela irán al dentista. Y si se les estropea el coche, lo llevarán al mecánico. A diario, las personas acuden al fisioterapeuta, al logopeda, al acupuntor, pero todavía hoy sigue habiendo cierta reticencia a acudir al psicólogo.

Ante el sufrimiento psico-emocional y antes de acudir a un profesional, algunas personas prueban diferentes remedios en busca de un alivio del malestar; libros de auto-ayuda, vídeos, hablar con familiares y amigos, auto-medicación, drogas, deporte, etc. Hay quien incluso decide cambiar de residencia en una huida frenética; en una búsqueda de la felicidad en el lugar equivocado. Cuando la persona decide acudir a consulta, en muchos casos, lo hace cuando ha tocado fondo y cuando percibe que ha perdido el control de su vida.

¿No sería más fácil aceptar que la vida es una serie de idas y venidas, de subidas y bajadas, que no siempre nos vamos a encontrar bien y que así es perfecto? Y, que, ¿perfecto es también buscar a alguien que nos acompañe y nos oriente en esos momentos vitales de dificultad?

Nos pasamos la vida esperando que las situaciones cambien para de esta manera eliminar el malestar. Nos convencemos de que cuando consigamos aquello que queremos, seremos felices: -”Todo cambiará cuando tenga estabilidad económica”

“Todo será diferente cuando consiga perder los 5 kg que me sobran”

“Si mi hijo fuera más responsable y estudioso yo estaría tranquila”

“Cuando tenga un hijo, mi vida cobrará sentido”

…y así un largo etcétera.

Irremediablemente, el cambio empieza en uno mismo. No es la situación la que tiene que cambiar para encontrarme bien; la mayoría de las veces cambiar lo de fuera no es posible, pero sí puedo cambiar la forma de relacionarme con la situación.

Ir al psicólogo es un acto de valentía. Es más fácil evitar el malestar saliendo de cervezas, viendo una serie en Netflix o pasando horas en Instagram o Facebook, pero tan sólo eliminaremos el dolor a corto plazo, un rato, para después volver a sentirlo.

Decidir acudir a terapia es un ejercicio de honestidad con nosotros mismos y una toma de responsabilidad sobre aquello que sí depende de nosotros, además de un compromiso con nuestro bienestar y nuestra salud.

Si llevas un tiempo queriendo dar el paso y no aparece el momento, coge éste y hazlo tuyo.

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